lazy lovers
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- bekita85
- Un blog pensado para todos los públicos. Con versión corta y versión extensa de una misma historia, para gente lazy y para gente lover. :D
jueves, 30 de agosto de 2012
...En el silencio...-Lovers Version
Cállate. No tienes derecho a reprocharme nada. ¡No!
Después de todo fuiste tú quien decidió que yo no valía la pena. Que hacer un esfuerzo por mi sería en vano. Así que cállate.
Me pregunto qué pensaste el día en que nos conocimos, con tus rastas largas y mi cara de niña. Hace años de esto y parecía que cada día íbamos regando un mismo jardín donde nuestras flores crecerían bajo el Sol.
No entiendo tus motivos. Ni si quiera sé si los tienes. O es que yo no te los doy. Sólo sé que ahora te gusta más regar jardines con otras... que haces todo lo posible por que el nuestro se seque o al menos no haces nada para mantenerlo. Pero aún sigues viniendo a visitarlo. ¿A visitar qué?
Yo no podía mantenerlo sola, lo hice muy grande para que pudiéramos pasear juntos por él, pero ahora es solo un solar viejo y feo en el que a veces me tumbo a ver pasar las nubes. Por si te apetece venir a arreglarlo.
A veces pienso que tú, con tu vista de pájaro, no puedes verlo entero. Hay lugares que se te escapan. Pero yo lo conozco bien. No está cerca; por el árido camino, más allá de las margaritas marchitas, hay una verja. Tiene una puertecita con la forma que llena el vacío en los arcos de los soportales. A veces me acerco y camino rodeando parte de su perímetro y paso mi mano suavemente acariciando los barrotes que lo rodean.
Dentro hay un jardín. Un jardín salvaje. Un jardín precioso, lleno de flores exóticas y enredaderas. Con zarzas y fresas silvestres que crecen entre la maleza y un pequeño arrollo que no sé a dónde va, ni de dónde viene. El jardín es verde, amarillo, naranja y rojo. Y frondoso. Muy frondoso. Tanto que sólo puedo ver la parte colindante con la reja.
Cuando me acerco la higuera me inunda con su aroma, contándome en clave las maravillas que hay dentro. También huele a limón, a hierbabuena y a tierra mojada... y entonces me impaciento y quiero entrar a toda costa: quiero correr entre las plantas, mojarme en el río. Quiero escalar los árboles y tumbarme en la hierba.
Ya lo he intentado todo, he escalado la verja pero los pinchos finales salvaguardan el jardín, hacer palanca con palos, colarme entre los barrotes... pero nada. ¿Y la puerta? ¿Por qué no puedo entrar por la puerta? Se supone que este es mi jardín, que podría disponer de él cuando quiera. ¿Quien ha puesto esta verja? ¿Quién ha puesto esta puerta? ¿Quién ha vetado mi propio disfrute de algo que en principio es mio? Hay cerradura, pero yo nunca he visto la llave...
¿A lo mejor la tienes tú...
Después de todo fuiste tú quien decidió que yo no valía la pena. Que hacer un esfuerzo por mi sería en vano. Así que cállate.
Me pregunto qué pensaste el día en que nos conocimos, con tus rastas largas y mi cara de niña. Hace años de esto y parecía que cada día íbamos regando un mismo jardín donde nuestras flores crecerían bajo el Sol.
No entiendo tus motivos. Ni si quiera sé si los tienes. O es que yo no te los doy. Sólo sé que ahora te gusta más regar jardines con otras... que haces todo lo posible por que el nuestro se seque o al menos no haces nada para mantenerlo. Pero aún sigues viniendo a visitarlo. ¿A visitar qué?
Yo no podía mantenerlo sola, lo hice muy grande para que pudiéramos pasear juntos por él, pero ahora es solo un solar viejo y feo en el que a veces me tumbo a ver pasar las nubes. Por si te apetece venir a arreglarlo.
A veces pienso que tú, con tu vista de pájaro, no puedes verlo entero. Hay lugares que se te escapan. Pero yo lo conozco bien. No está cerca; por el árido camino, más allá de las margaritas marchitas, hay una verja. Tiene una puertecita con la forma que llena el vacío en los arcos de los soportales. A veces me acerco y camino rodeando parte de su perímetro y paso mi mano suavemente acariciando los barrotes que lo rodean.
Dentro hay un jardín. Un jardín salvaje. Un jardín precioso, lleno de flores exóticas y enredaderas. Con zarzas y fresas silvestres que crecen entre la maleza y un pequeño arrollo que no sé a dónde va, ni de dónde viene. El jardín es verde, amarillo, naranja y rojo. Y frondoso. Muy frondoso. Tanto que sólo puedo ver la parte colindante con la reja.
Cuando me acerco la higuera me inunda con su aroma, contándome en clave las maravillas que hay dentro. También huele a limón, a hierbabuena y a tierra mojada... y entonces me impaciento y quiero entrar a toda costa: quiero correr entre las plantas, mojarme en el río. Quiero escalar los árboles y tumbarme en la hierba.
Ya lo he intentado todo, he escalado la verja pero los pinchos finales salvaguardan el jardín, hacer palanca con palos, colarme entre los barrotes... pero nada. ¿Y la puerta? ¿Por qué no puedo entrar por la puerta? Se supone que este es mi jardín, que podría disponer de él cuando quiera. ¿Quien ha puesto esta verja? ¿Quién ha puesto esta puerta? ¿Quién ha vetado mi propio disfrute de algo que en principio es mio? Hay cerradura, pero yo nunca he visto la llave...
¿A lo mejor la tienes tú...
martes, 27 de diciembre de 2011
...seres...-lazy version
Grace bajó rápidamente las escaleras y abrió la puerta principal. Sin pensar demasiado salió disparada hacia la puerta del granero. "Debo de ser muy valiente para estar haciendo esto con tan solo nueve años, recién cumplidos". Pensó para si misma.
...Seres... - Lovers Version
Era pequeño. Mucho más pequeño de
lo que nunca lo hayas imaginado. Más
pequeño aún. No alcanzaba siquiera el tamaño de un cacahuete. Tampoco era verde, ni tenía la
cabeza desproporcionada. Simplemente era.
Todo había empezado un par de
días atrás. Algunos chicos en el colegio empezaron a encontrarse mal y se
fueron a sus casas. También muchos adultos se sintieron enfermos. Y entonces
empezó el caos. Los hospitales se llenaron de inmensas colas de gente esperando
para ser atendidos, pero los médicos no sabían qué hacer. Nunca antes habían encontrado una patología
parecida. No conocían su origen y, desde luego, tampoco su cura.
Los pacientes no presentaban
ningún síntoma fisiológico, por eso, al principio lo asociaron con alguna
enfermedad psicológica. Sólo había una señal. Decían que sentían la muerte por
dentro, pero se trataba de cientos de miles de millones de personas al mismo tiempo.
Entonces ocurrió. Poco a poco
empezaron a morir. A algunos les pillaba en plena calle, a otros conduciendo.
También morían mientras cocinaban o echaban una carta en el buzón de correos, o
simplemente, mientras hacían la compra. Nadie parecía estar a salvo de este
virus, plaga o desastre. No había nada contra lo que luchar.
La noche de su cumpleaños, Grace no podía dormir. Salió de la cama
y miró por la ventana. Los campos de cebada se mecían suavemente arrullados por
la brisa de verano. Pasó su mirada por la totalidad del paisaje. La luna
iluminaba brevemente el lago, los cultivos y la estrecha carretera, tan sólo
resaltaba el pequeño resplandor intermitente del granero…. ¡espera! ¡¡Nunca antes
había habido un pequeño resplandor intermitente en el granero!! ¿Qué era eso?
Grace bajo rápidamente las
escaleras y abrió la puerta principal. Sin pensar demasiado salió disparada
hacia la puerta del granero. “Debo de ser muy valiente para estar haciendo esto
con tan solo nueve años, recién cumplidos.” Pensó para si misma.
Con una pequeña y temblorosa mano
Grace empujó un poquito la puerta que se entreabrió dejando un campo de visión
de un par de centímetros. Podía verlo claramente. Era un resplandor cálido,
anaranjado, amable. Pero Grace no podía ver de qué provenía.
Sintiéndose más confiada y por
supuesto mucho más valiete, Grace abrió la puerta sin miramientos. Sus pies
descalzos pisaban la paja caída sobre el suelo acercándose, paso a paso al
epicentro del parpadeo.
Se acercó a la esquina.
Pero no vio nada. Se agachó. Aún nada que comentar. Cogió entre sus manos un
puñadito de paja y pensó asombrada “¡Es una luciérnaga superlucerniente!”
-No soy una luciérnaga- una
vocecita minúscula pero grave sonó desde la cavidad en las manos de Grace.
-¡Una luciérnaga superlucerniente
que habla y me oye pensar!- Grace no cabía en sí de la emoción.
-¡Qué no soy una luciérnaga!-
volvió a sonar.
-¿Y qué eres?
-Soy un kinut.
Grace abrió sus manos y con
cuidado fue quitando una a una las pajitas hasta que en su mano no quedo nada
más que un diminuto granito de arroz, pero fijándose bien encontró que, a su
modo, tenía ojos y boca incluso unos pequeños apéndices de brazos y
piernas.
-¿Y si no eres una luciérnaga y
de verdad eres un kinut porqué luces?
-Porque me estoy muriendo.
-¿Te mueres? ¡No puedes morirte,
nos acabamos de conocer! ¿Qué te pasa?
-Los kinut somos los embajadores
de los planetas en la constelación Draco. Es la sede central de las
constelaciones ¿sabes?- aunque el pequeño kinut movió su boca para seguir hablando, la niña lo interrumpió.
-No lo sabía. ¿No ves que solo
tengo nueve años, recién cumplidos?
-Déjame terminar. Me muero porque
los kinut estamos unidos en alma con el planeta al que representamos y yo
represento a La Tierra.
-¿Y cuando te mueras te irás al cielo?
Cuando mi gato Clauss murió mi papá me dijo que se había ido al cielo.
-¡Escucha niña! ¡El problema es
mucho mayor! Yo me muero por que La Tierra se está muriendo. A pesar de todos
los avisos, de los desastres naturales, de la contaminación, del aumento de
enfermedades, los humanos seguís destruyendo el planeta a pasos agigantados. La
única opción que queda es aniquilaros a vosotros para garantizar la
supervivencia del resto del planeta.
-Ah! ¡Ya entiendo! Entonces, ¿todos iremos al
cielo con Clauss?
-¡Niña! ¡¿Cómo te llamas?!
-Grace.
-Escucha Grace, esto es muy
importante. Tienes que salir ahí fuera y hacer entender al mundo que tienen que
parar de destruir La Tierra. Que La Tierra les está matando a ellos por instinto
de supervivencia y que sólo si logran salvarla a ella, ellos también vivirán.
¿Lo entiendes?
-Si…- Grace se puso triste. Había
comprendido por qué la gente moría. Había comprendido por qué nadie encontraba
una cura y también por qué no podía dormir. Bajó sus manos hasta el suelo y
depósito allí al pequeño kinut.
Grace salió del granero
sintiéndose importante. Tenía un mensaje de gran envergadura que dar al mundo. “Un mensaje demasiado grande,” pensó, “para
una niña de nueve años, recién cumplidos”.
martes, 15 de noviembre de 2011
Super Pequeña - Lovers version
Levantarse con el timbre de un viejo móvil pasado de moda y desayunar té sin azúcar para no alterar su sabor. Tomar una ducha de agua bien caliente, tanto que luego no se ve reflejada en el espejo, como un vampiro. Intentando intuirse dibuja en el cristal empañado un par de colmillos a la altura de la boca y unos murciélagos alrededor de la cabeza. Cuando sus garabatos desaparezcan, ella volverá a ser humana.
Sale a la calle enfundada en sus katiuskas negras bajo un techo de paraguas. Más arriba, un techo de nubes grises. Más arriba, un techo de universo. Más arriba, sólo Dios sabe. Se dirige a su escuela.
Pasa desapercibida entre sus compañeros por mutuo acuerdo. Ella se hace invisible. Ellos no se meten con ella. Y así transcurren los días, no sabe muy bien si malgastando su juventud o sobreviviendo a ella.
Lleva música de Chaikovski en su mp3 y lee a Tolstói en sus ratos libres. Nunca ha encontrado alguien con quien compartir sus gustos y aficiones.
Cuando acaban las clases sale escopetada hacia la el anonimato de las calles. Madrid metamórfica. Crisálida de héroes y guarida de villanos. Infinitas oportunidades para brillar y para humillar. Pero no, no para ella.
Se sienta en el saliente de una fachada y mira pasar la vida. La gente.La lluvia. El tiempo. Y toma conciencia de que es pequeña comparada con el mundo, con su techo de nubes grises. Con el universo y con Dios sabe qué. Se ha dado cuenta de que es muy pequeña. Superpequeña.
miércoles, 2 de noviembre de 2011
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